
La mirada escrutadora de Frida Kahlo en su “Autorretrato con traje de terciopelo” saluda al visitante que llega al Museo de Bellas Artes de Virginia (VMFA) en busca del lado más personal del ícono mexicano, ilustrado en más de 60 dibujos, cuadros, objetos y fotografías de la muestra “Frida más allá del mito”.
Calificada por la propia artista como “su primera obra seria”, es vista como su entrada triunfal en el mundo de la pintura, su refugio tras el accidente que determinaría el curso de su arte. “Es casi ver sus ojos y adivinar su sentir”, dice Patricia Bello una de los cientos de asistentes diarios al museo.
Este óleo es una de las inclusiones más significativas de la exhibición, que incluye piezas de alto valor documental y artístico – algunas rara vez vistas fuera de su natal México- con las que hila la historia de Kahlo (1907-1954) desde su niñez, su adolescencia truncada y su adultez marcada por el dolor.
Según su curadora, Sarah Powers, esta muestra en el VMFA disponible hasta septiembre, mes en el que se cumple el centenario del accidente que le cambió la vida, es la última de solo dos paradas en el país y la única en la costa este.
También incluye bocetos, cartas, cerámicas, recortes de periódicos, vídeos caseros y fotografías poco vistas que ayudan a trazar una línea temporal en la evolución de la artista.
La muestra documenta además el paso de Kahlo en EE.UU., donde vivió largas temporadas en la década de 1930 junto a Rivera, sobre todo en Detroit y Nueva York.
Entre las piezas esenciales de esta época está el cuadro “Allá cuelga mi vestido”, sobre la añoranza por su tierra natal, y una impactante fotografía que Lucienne Bloch, aprendiz de Rivera, tomó a una Frida cansada y triste tras un aborto durante el largo viaje desde Detroit a México.
Todo enmarcado en un espacio que recuerda al hogar donde ella pasó la mayor parte de su vida. Para el museo era “importante utilizar la Casa Azul como marco conceptual” sin ser “literal”, específica Powers, que insiste en que buscaron “evocar la arquitectura y los colores” del lugar sin replicarlos exactamente.
Así, el recorrido por la exhibición conduce a “ventanas” en las paredes pintadas de rojo, verde y azul por las que se atisba “el futuro” y se regresa al “pasado”, como una especie de continuidad entre los diferentes momentos de la vida del ícono. Según Powers, es una manera de “ver a dónde vas, pero también ver dónde has estado”.
Kahlo, según concluye Powers, “es una artista que todos parecen adorar”: “Queríamos explorar eso y comprender que realmente creó no solo su arte, sino quién era ella. Esta increíble personalidad es, en cierto modo, su mayor obra de arte, por lo que queríamos darle crédito por ese increíble aspecto performativo de su trabajo”.

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